Jonah era basura a ojos de los demás inmortales, con su sangre tan deteriorada que no pertenecía a ninguna casta.
Y los odiaba.
Aquella noche Jonah iba a vengarse.
Iba a matar a un importante magistrado de la casta de la noche en su propia iglesia.
Cuando entró, encontró al padre Ludovico inmerso en un rezo.
Intentó acercarse por detrás para acabar con él sin pelear, pero el cura habló.
-Sabía que vendrías, basura, a robar sangre más poderosa de la que te corresponde por derecho- habló el antiguo con desdén sin abrir los ojos.
Jonah se crispo.
-¿Y quien lo decidió? Solo eres un viejo ridículo con delirios de poder.
Ludovico chasqueó su lengua con disgustó y se levantó.
-Tal como esperaba, solo eres un bárbaro indigno a las puertas de la gloriosa roma.
Las sombras empezaron a arremolinarse a su alrededor.
Y a envolverlo.
-He visto más que tú, bebido más sangre, ganado más duelos y, sobre todo, matado más ¿crees de verdad, niñato ridículo, que puedes matarme?
Jonah sonrió con altanería.
-¿qué tal si lo descubrimos, viejo?
Sacó dos cuchillos militares de su abrigo largo y se tiró hacia Ludovico con una velocidad sobrenatural.
Descubrió con sorpresa al impactar el cuchillo, que las sombras que se arremolinaban a su alrededor habían formado una armadura de corte medieval.
- ¿Ves lo que te decía, niñato? Soy más poderoso que tú... ¡en todo!
Y castigó la arremetida de Jonah con un revés en su cara potenciado con fuerza sobrenatural que lo mandó a estrellarse al patio de bancos de la iglesia. Perdió la conciencia unos segundos por el golpe y cuando la recobró pudo ver a Ludovico carcajearse.
No pintaba bien.
Nada bien de hecho.
La armadura no tenía huecos visibles más que los de la visera… miró sus cuchillos reflexionando sus opciones y vio que el ataque suicida que se le acababa de ocurrir...
Era la única que opción que le quedaba.
Se levantó, escupió al suelo y se puso manos a la obra.
A parte de su velocidad sobrenatural también podía esconderse, así que combinó ambas para poder acercarse a Ludovico. Le hizo creer que iba a hacer otro ataque frontal y justo antes de llegar pegó un quiebro escondiéndose, confundiendo al antiguo vampiro el tiempo suficiente como para acercarse por su izquierda y clavar uno de sus cuchillos en el hueco de la visera.
Ludovico gritó de dolor.
- ¡Maldita basura sin casta!
Y acto seguido, de las sombras cercanas salieron tentáculos que buscaron a Jonah tarde, pues ya había cogido uno de los candelabros enormes del altar y estaba golpeando el yelmo del magistrado con ira.
-¡Llámame basura ahora! ¡¿Dónde está todo tu poder ahora?!
Los fragmentos del yelmo saltaron hasta que finalmente cedió y se rompió en pedazos justo al tiempo que la base del candelabro se rompía a su vez dejándolo en punta.Entonces clavó la punta en su ojo y le hizo caer al suelo de espaldas.Presionó el mástil del candelabro tanto que lo clavó en el suelo.
Ludovico gritaba en absoluto pánico intentando sacar el mástil del candelabro de su cráneo. Mientras el antiguo forcejeaba dejó su cuello al descubierto y Jonah se lo mordió para beberse todo el licor rojo de su rival.
Mientras lo hacía sintió el éxtasis del poder por todo su cuerpo y al acabar vio el cadáver marchito de su rival tirado sobre el altar con deleite.
Cuando se disponía a irse de allí pasó algo que le hizo detenerse. Todas las sombras de la iglesia empezaron a juntarse en el altar hasta formar una alta figura humanoide hecha de oscuridad pura y resplandeciente como la brea.
La figura miró a Jonah y un contorno como de una sonrisa enorme y macabra, deleitándose.
Fue entonces que la sombra se empezó a hundir en algo que Jonah solo habría podido catalogar, con sorprendente atino, como El abismo.
Sin perder la sonrisa y con ella la figura, se llevó el cadáver de Ludovico.
Jonah abrió una petaca llena de sangre mezclada con alcohol del malo, dio un largo trago y salió de allí canturreando alguna canción,
Celebrando que ya no sería basura.
E intentando olvidar que había creído ver a la oscuridad llevarse a su rival de aquella noche al abismo.
Texto: Pablo Sanz
Ilustración: Zdzisław Beksiński.

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