El primer recuerdo que tengo de mi madre es de cuando tenía cuatro o cinco años: nos llamaba a mis dos hermanos y a mi a la mesa diciendo: «Guillaume y los chicos, ¡A la mesa!» y la última vez que hablé con ella por teléfono, colgó diciendo: «Cuídate, mi niña grande.» Y, bueno, entre estos dos momentos hubo un buen número de malentendidos.
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