No lo llames violencia, llámalo ACCIÓN.
El Festival Internacional de Cine de Acción (NOIDENTITY Action Film Festival Spain-NIAFFS), ha celebrado su octava edición del 27 de julio al 3 de julio de manera online. Una alternativa lógica en estos tiempos post apocalípticos y un infame servidor ha aprovechado para fagocitar todo lo que ha encontrado a su paso sin cuestionarme la (dudosa) calidad de gran parte de las películas seleccionadas.
Recordamos para los neófitos que el NIAFFS es un festival único en España cuyo objetivo es la difusión de la cultura cinematográfica a través del cine de acción internacional y nacional.
Hemos podido encontrarnos películas cutres que harían las delicias de un Chuck Norris los sábados por la tarde, explotation italiana, curiosas propuestas provenientes de Latinoamérica y candidatos nacionales con muy buenas intenciones, que a veces no aprueban, (pero no será por falta de ganas) y otras sacan unas notazas que justifica la existencia de este festival para difundir estas obras. Por último, tenemos los casos extremos: auténticos anticristos de nuestro cine que no deberían acercarse a 50 metros del cine de acción (si ya quieren jorobar otros géneros, que hagan lo que quieran)
Lo que nos ha dejado claro esta edición es que hay que reivindicar el cine de acción de Europa del este que tiene la frescura locura que le falta a las cinematografías occidentales y orientales de la actualidad, algo imprescindible para revitalizar un género como este. Que no todo es cine de superhéroes.
Empezamos con Otoño del 96 (Jesús Rizaldos, 2021) Un thriller donde dos inspectores, una veterana de vuelta de todo (que arrastra sus fantasmas personales al trabajo) se tiene que unir a un entusiasta y engreído novato (con algún que otro secreto) para encontrar a una menor desaparecida. Al investigar, averiguan que hay más de lo que parece. Ambientada en los 90 como bien se puede, debido a un presupuesto muy ajustado, surgen irregularidades en la puesta en escena rozando lo amateur en muchas secuencias. ¿Que lo salva? su amor por el cine de género. Incluso su casting desacertado se le puede perdonar porque no abusa de las secuencias con drones como hizo Fuel (Israel Gonzalez ,2019) en la edición anterior.
Subimos las apuestas con Oro e Piombo (Emiliano Ferrera,2019) un spaghetti western para unirlos (y reverenciarlos) a todos, en especial los dirigidos por Sergio Leone. A nivel estilístico, ni una pega, forastero. Aunque para los muy fanáticos del western en general, les sorprenderá que a pesar de la influencia de Rápida y mortal (Sam Raimi, 1995) no sea aprovechada a la protagonista, dispersándose el relato con su reparto coral, dependiendo el clímax final de un cameo casi sobrenatural made in Sergio Leone.
Lo habrás imaginado (Victoria Chaya Miranda, 2019) es un estupendo thriller argentino que se cuece a fuego lento. Una historia que irónicamente en manos de Hollywood podría haber sido un desastre debido a la ingenuidad norteamericana al retratar los mecanismos de la política. Giros de guion, conspiraciones, traiciones, buenos tiroteos y un atípico protagonista que con su físico rompe estereotipos en el cine de acción. Su escena final deja muy buen sabor de boca.
Any Given Day (Pedro von Kruger, 2020) es algo más contenida, pero es un buen retrato de la sociedad brasileña y una curiosa adaptación de los culebrones shakespearianos (incluido su sentido de la fatalidad)
Yards (Andrey Korytko, 2020) es un timo inesperado en el festival. En la portada aparece un chico ruso vestido de rapero que rompe una pared. El cartel da a entender que en algún momento veremos ACCIÓN en la trama (y estamos en un festival de cine de acción) pero es todo lo contrario: es 8 millas (Curtis Hanson, 2002) en versión rusa. Nada. Ni una triste pelea entre pandilleros.
Fue la única decepción de Europa del este, pero no perdimos la esperanza y nos adentramos en la oscuridad con Journey in the Void (Kiril Zharovski , 2020) Un noir helado en el que el detective más duro de Ucrania es ayudado por su sobrino en un caso que nos desvela la naturaleza más cruda de ese país.
Y no salimos de sus fronteras porque encadenamos su visionado con Iz zavyazanymy ochyma (Taras Dron,2020) que ha sido retitulada Blindfold para su distribución internacional, pero podría haberse llamado “Million Dollar baby Ucranian”. Su planteamiento es parecido al clásico de Clint Eastwood, pero es una película que consigue su propia personalidad profundizando en las contradicciones de la cultura y la situación geopolítica de Europa del este.
Una joven luchadora de artes marciales mixtas ha perdido la razón para luchar, pero por varios caprichos del destino vuelve a encontrar la senda del guerrero. Peleas clandestinas y granadas emocionales que nos robaron el corazón.
Pero no todo fueron sólidos dramas familiares ucranianos (y cuando nos referimos a sólidos, nos referimos a yoyas) el cine asiático también hizo acto de presencia con Insight (Ken Zheng, Livi Zheng ,2021) con una trama disparatada para alegrarnos el día. Un experto en artes marciales que es VIDENTE, investiga la muerte de su hermano (esto sí que no lo vio venir) infiltrado en una empresa especializada en investigaciones ciberpunk relacionados con el sistema nervioso y el cerebro humano.
Solo por recuperar a Sean Patrick Flanery protagonista de la serie de Las crónicas del joven Indiana Jones (1992-1996) interpretando al villano experto en tecnología (y también en artes marciales) y ver como Tony Todd imita a Danny Glover en Arma Letal (Richard Donner,1987) y a Kareem Abdul Jabbar en El juego de la muerte (Robert Clouse,1978) no tiene precio.
Seguimos con el jachondeo con el producto nacional más reivindicable de este festival y digno para disfrutarlo en una sesión golfa de la muestra SYFY o el festival Nocturna.
Lethal virus (Daniel Hernández Torrado 2021) que con un par de narices se ha retitulado COVID-21: Lethal Virus. El guion original planteaba que el cambio climático provocó que un virus zombie congelado hace millones de años en la Antártida volviera a la actividad social, llenando las calles de infectados rabiosos. Eso se planteó en 2019, pero como la realidad supera a la ficción, ¿para qué te vas esforzar cuando te lo dejan en bandeja de plata?, así que hacemos que el virus sea una versión mutada del coronavirus. Además, durante el rodaje sufrieron el cambio climático con nevadas inesperadas y lluvias torrenciales, pero aprovecharon los contratiempos adaptándolos a la película. Y el resultado final es una auténtica montaña rusa que no aburre en ningún momento.
El cambio en el guion no afecta a la trama porque al final lo importante para los personajes es encontrar una cura, así que acompañamos a una científica, un antisocial y un par de soldados de las fuerzas especiales en un viaje epicodecadente lleno de fatalities, tiroteos, Gun-Fu (el arte marcial del que es experto John Wick) persecuciones al límite…una auténtica gozada vamos. Los muy fans de la saga Resident Evil disfrutaran las referencias a una de las películas de animación más queridas de la saga Resident Evil: Vendetta (Takanori Tsujimoto ,2017) Ya se está preparando una secuela, así que esperamos saga.
Y cuando yo pensaba que este festival no se podía superar me encuentro otra vez con Ucrania Desatada: The Inglorious Serfs (Bezslavni kripaky, 2020) es la mejor película del festival de esta edición sin ninguna duda. La historia parte de una pregunta ¿qué pasaría si Tarás Hrihórovich Shevchenko (1814 -1861) poeta, humanista, pintor y visionario de la Ucrania moderna hubiera tomado una espada samurái para salvar a su amada y liberar su país de los esclavistas?
Un cóctel epicodecadente lleno de ninjas, cosacos, samurais y rabinos pistoleros. Una película que homenajea a Tarantino en su título y referencias dando una de las mayores sorpresas de esta edición con su sentido del humor que contrasta con la seriedad vista en otros títulos del festival provenientes del mismo país.
Y de lo mejor del festival pasamos a lo peor con La vida que no es nuestra (Israel González, 2021) Aunque su anterior película Fuel se proyectó en la anterior edición de este festival, un servidor tuvo que sufrirla en el festival Nocturna 2019, donde fue la sesión de castigo. Normalmente no me cebo con un director, porque pueden confluir multitud de factores a la hora de rodar una película, muchas cosas pueden salir mal y hay un equipo detrás, pero alguien tiene que tomar las decisiones y se tiene que responsabilizar del desaguisado. Esperaba equivocarme en su siguiente proyecto, que podría no ser una gran cosa, pero nunca llegué a pensar que sería otra aberración. Y me equivoque. Lo peor de todo es que no me fijé en quién era el director hasta más allá de la mitad de la película cuando me empezó a dar un ataque escalofriante de Deja Vu.
La vida que no es nuestra se podría definir como cine quinqui, pero parece una mezcla entre los programas de Jose Mota y Aqui no hay quien viva, con cameos absurdos de colaboradores de Sálvame (y no, no es Kiko Matamoros ni su hermano gemelo calvo que hubieran dado mucho juego). Durante el visionado pude vislumbrar algo de coherencia con la pareja protagonista (el resto de personajes son plantillas deformadas de estereotipos) y las reflexiones de ámbito social que se hacen, pero en el tercer acto (si se puede llamar así) todo se vuelve completamente absurdo y prefiero no acordarme del final.
La duración del film es de 75 minutos contando con los rellenos de los que es especialista su director. La vida que no es nuestra nos hace dar paseos por la ciudad entre escena y escena. Pese a tener el mismo nivel de dificultades para producirse que otras películas nacionales proyectadas en este festival como Otoño del 96 (Jesus Rizaldos, 2021) no alcanza un requisito que es vital para que el espectador se implique mínimamente en la historia: tener pasión por el género que se está abordando.
Completamos el menú del festival The Nightless City (Alessandra Pescetta ,2014) proyectada fuera de concurso. La abordamos como una rareza para completar y eso es lo que es. Una japonesa que no puede dormir a raíz del incidente nuclear de Fukushima y descubre que puede volver a dormir, pero solo cuando la conduce de noche. Un experimento visual, que reflexiona sobre cómo la sociedad (tanto occidental como oriental) está afectada por nuestro frenético ritmo de vida.
Angelo Khemlani
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