viernes, 31 de octubre de 2025

"NO ME CUENTES CUENTOS", ESPECIAL "HALLOWEEN"; EL ESCLAVO DE PABLO SANZ

El esclavo salió del pozo de cadáveres una noche sin importancia.

Lo habían arrojado allí casi desangrado para que no tuviera fuerzas para moverse.

Pero si para tardar en perecer.

Había aceptado su muerte... cuando oyó gritos fuera.

Gritos de pánico.

Pánico de la gente que lo había arrojado a morir.

De repente, una espada manchada de sangre espesa y brillante cayó al pozo.

El esclavo no supo que le motivó a lamer la sangre de aquella espada, pero al hacerlo la sangre le supo a poder y lo cambió para siempre.

Al salir el esclavo contempló la alfombra de cadáveres que antes fuera la orden que lo secuestró, torturó y dejó a morir en un pozo lleno de cadáveres y no pudo sino carcajearse a pleno pulmón llenando la noche del sonido de su deleite.

El esclavo era hermoso. Su voz era tan hermosa y cautivadora como su faz, por lo que cuando fue a la ciudad de los inmortales sus dones le reportaron un gran número de seguidores.

Pronto, se encontró cantando gestas en el mismo salón del padre de los inmortales y sus hijos directos.

Sin embargo, a pesar de ser inmortal, a pesar de todo su poder, era aún esclavo.

Esclavo de aquellos más antiguos que él, que le recordaban con sorna que podían matarlo cuando y como quisieran. El esclavo se encontró odiando a sus nuevos maestros y ansiaba libertad y poder para vengarse.

Cuando los terceros inmortales fueron a matar a los segundos el esclavo no les siguió.

Le pareció que los segundos eran un premio de consolación en comparación con usurpar el poder al mismísimo padre de los inmortales. Cuando llegó al palacio del padre con su ejército de seguidores clamó a los cielos que lo mataría retándolo a un duelo singular.

El esclavo descubrió con horror que nunca había tenido la más mínima oportunidad.

El padre de los inmortales no solo lo humilló, deformó su belleza, le usurpó la vista y rompió hasta el último de sus huesos. El padre de los inmortales cogió el despojo que alguna vez fuera el esclavo y se lo lanzo a sus seguidores con una orden de destierro y una amenaza. 

Los seguidores del esclavo sacaron su penoso cuerpo de la ciudad y se marcharon.

Le habrían abandonado, de no ser porque el padre cometió un error.

No quitarle su hermosa voz.

Y eso le fue suficiente para convencerles de quedarse a su lado. Al esclavo entonces se le personó una entidad de algún plano desconocido una noche sin importancia mientras yacía inútil en la oscuridad de una cueva.

-Veo que tu faz esta deformada, tus ojos inútiles y tu cuerpo roto.

El esclavo sonrió con desdén.

-No me es desconocido mi estado ¿qué te trae a mí, entidad foránea?

-Tu odio. Y una oferta.

-Habla pues, criatura.

-Yo, arreglaré tu cuerpo y te daré el poder para matar a tus antiguos maestros y ser al fin libre. A cambio, tan solo te pido un pequeño favor.

- ¿Cual?

-Destruye y crea tanto caos como te sea posible para mi deleite y el de mis hermanos. Te daré más poder conforme más caos crees.

El esclavo desnudó sus dientes en una sonrisa macabra.

-Tenemos un trato.

Esa misma noche, nació el azote de los inmortales.

Texto: Pablo Sanz

Ilustración: Zdzisław Beksiński.

"NO ME CUENTES CUENTOS", ESPECIAL "HALLOWEEN"; "CONDENADOS" DE PABLO SANZ

Jonah era basura a ojos de los demás inmortales, con su sangre tan deteriorada que no pertenecía a ninguna casta.

Y los odiaba.

Aquella noche Jonah iba a vengarse.

Iba a matar a un importante magistrado de la casta de la noche en su propia iglesia.

Cuando entró, encontró al padre Ludovico inmerso en un rezo.

Intentó acercarse por detrás para acabar con él sin pelear, pero el cura habló.

-Sabía que vendrías, basura, a robar sangre más poderosa de la que te corresponde por derecho- habló el antiguo con desdén sin abrir los ojos.

Jonah se crispo.

-¿Y quien lo decidió? Solo eres un viejo ridículo con delirios de poder.

Ludovico chasqueó su lengua con disgustó y se levantó.

-Tal como esperaba, solo eres un bárbaro indigno a las puertas de la gloriosa roma.

Las sombras empezaron a arremolinarse a su alrededor.

Y a envolverlo.

-He visto más que tú, bebido más sangre, ganado más duelos y, sobre todo, matado más ¿crees de verdad, niñato ridículo, que puedes matarme?

Jonah sonrió con altanería.

-¿qué tal si lo descubrimos, viejo?

Sacó dos cuchillos militares de su abrigo largo y se tiró hacia Ludovico con una velocidad sobrenatural.

Descubrió con sorpresa al impactar el cuchillo, que las sombras que se arremolinaban a su alrededor habían formado una armadura de corte medieval.

- ¿Ves lo que te decía, niñato? Soy más poderoso que tú... ¡en todo!

Y castigó la arremetida de Jonah con un revés en su cara potenciado con fuerza sobrenatural que lo mandó a estrellarse al patio de bancos de la iglesia. Perdió la conciencia unos segundos por el golpe y cuando la recobró pudo ver a Ludovico carcajearse.

No pintaba bien.

Nada bien de hecho.

La armadura no tenía huecos visibles más que los de la visera… miró sus cuchillos reflexionando sus opciones y vio que el ataque suicida que se le acababa de ocurrir...

Era la única que opción que le quedaba.

Se levantó, escupió al suelo y se puso manos a la obra.

A parte de su velocidad sobrenatural también podía esconderse, así que combinó ambas para poder acercarse a Ludovico. Le hizo creer que iba a hacer otro ataque frontal y justo antes de llegar pegó un quiebro escondiéndose, confundiendo al antiguo vampiro el tiempo suficiente como para acercarse por su izquierda y clavar uno de sus cuchillos en el hueco de la visera.

Ludovico gritó de dolor.

- ¡Maldita basura sin casta!

Y acto seguido, de las sombras cercanas salieron tentáculos que buscaron a Jonah tarde, pues ya había cogido uno de los candelabros enormes del altar y estaba golpeando el yelmo del magistrado con ira.

-¡Llámame basura ahora! ¡¿Dónde está todo tu poder ahora?!

Los fragmentos del yelmo saltaron hasta que finalmente cedió y se rompió en pedazos justo al tiempo que la base del candelabro se rompía a su vez dejándolo en punta.Entonces clavó la punta en su ojo y le hizo caer al suelo de espaldas.Presionó el mástil del candelabro tanto que lo clavó en el suelo.

Ludovico gritaba en absoluto pánico intentando sacar el mástil del candelabro de su cráneo. Mientras el antiguo forcejeaba dejó su cuello al descubierto y Jonah se lo mordió para beberse todo el licor rojo de su rival.

Mientras lo hacía sintió el éxtasis del poder por todo su cuerpo y al acabar vio el cadáver marchito de su rival tirado sobre el altar con deleite.

Cuando se disponía a irse de allí pasó algo que le hizo detenerse. Todas las sombras de la iglesia empezaron a juntarse en el altar hasta formar una alta figura humanoide hecha de oscuridad pura y resplandeciente como la brea.

La figura miró a Jonah y un contorno como de una sonrisa enorme y macabra, deleitándose.

Fue entonces que la sombra se empezó a hundir en algo que Jonah solo habría podido catalogar, con sorprendente atino, como El abismo.

Sin perder la sonrisa y con ella la figura, se llevó el cadáver de Ludovico.

Jonah abrió una petaca llena de sangre mezclada con alcohol del malo, dio un largo trago y salió de allí canturreando alguna canción,

Celebrando que ya no sería basura.

E intentando olvidar que había creído ver a la oscuridad llevarse a su rival de aquella noche al abismo.

Texto: Pablo Sanz

Ilustración: Zdzisław Beksiński.

"NO ME CUENTES CUENTOS", ESPECIAL "HALLOWEEN";"HOOKED" DE PABLO SANZ

Rafael era un anarca de pura cepa.

Odiaba a los opresores indistintamente de si eran príncipes u obispos.

Mirrah el cortés no era ninguna de ambas.

Había aparecido de la nada y se había hecho con el control de un gran número de vampiros en poco tiempo.

Rafael había querido derrotarlo.

Y por eso ahora era su prisionero.

Otros dos vampiros como dos armarios llegaron a su celda.

-Levántate.

Rafael los encaró.

-Dais pena, siguiendo a este Mirrah como perros ¿acaso no tenéis orgullo? Podríais ser libres como yo.

Lo único más grande que la edad de un vampiro es su ego. A Rafael solía funcionarle herirlo para sumar combatientes a su causa. Esta vez no sucedió lo de siempre. Nadie se enfadó ni le amenazó de muerte por implicar que eran esclavos, solo sonrieron mientras sacudían la cabeza con pena.

-Lo entenderás cuando conozcas al señor Mirrah- Le dijo uno de ellos tranquilamente.

Le cogieron de los brazos y se llevaron a Rafael, que no se resistió pues tenía mucha curiosidad por saber quién era Mirrah el cortés.

Los dos guardias llevaron a Rafael a una especie de discoteca donde había luces brillantes y música todo volumen. Al entrar Rafael reparó en dos cosas: todos los asistentes de la fiesta eran vampiros, de hecho, reconoció a alguno de sus compañeros anarquistas que habían hecho prisioneros pasándoselo bien en la discoteca, y que le llevaban al escenario del fondo del salón de fiesta.

Al subirlo al escenario la música bajo el volumen y de entre bastidores salió un joven aniñado que parecía sacado de una pintura del renacimiento vestido con una túnica vaporosa y blanca que a pesar de ser anticuada ,no se podía imaginar al joven con otra ropa. Resaltaba su pelo y ojos color oro de manera natural, su belleza era innegable y embriagadora. Incluso para Rafael.

El joven cogió el micrófono y habló.

-Queridos asistentes, yo Mirrah les traigo el evento principal de esta noche, Rafael Ruiz, uno de los grandes lideres anarquistas de Madrid, viene a unirse a nuestra causa.

El público vitoreó en consecuencia de las palabras de Mirrah. Pero Rafael se carcajeo sonoramente hasta que el publicó calló.

-Estas borracho si crees que me uniría a ti. Te odio a ti y a todos los tiranos como tú.

Mirrah sonrió con paternalismo a Rafael.

-Soltadle y dejadnos solos en el escenario.

Rafael sonrió mientras los dos guardias asentían y se marchaban. Iba a arrancarle la cabeza a este niñato con más facilidad de lo que pensaba. Se puso en una posición de combate listo para abalanzarse contra Mirrah.

- ¿Podrías ponerte de rodillas?

Rafael estuvo a punto de echarse a reír ante la petición hasta que notó que sus rodillas acababan de tocar el suelo. Mirrah se acercó a paso tranquilo. Rafael no se movió por el shock ni un ápice, entonces Mirrah colocó su mano gentilmente sobre su frente.

-No te preocupes, amar es humano y te prometo amar de vuelta.

Rafael lo odiaba y sin embargo sus palabras eran dulces ¿de verdad le iba a amar? ¿a él? Rafael se encontró queriendo creer las palabras de Mirrah ¿de dónde salían esos sentimientos? ¿eran suyos? ¿de dónde había salido ese vacío que solo su amor iba a poder suplir? Rafael dejó de pensarlo y se convenció: amaba a Mirrah, haría lo que sea por él, lo haría porque él le amaba de vuelta a pesar de ser un monstruo sanguinario.

Rafael se levantó y abrazó a Mirrah con ternura entre lágrimas de felicidad.

-Gracias, joder, gracias…

-No se merecen mi chiquillo, ahora ve a divertirte con los otros.

Y Mirrah le dedicó una sonrisa que derritió su corazón no muerto.

Rafael se fue a bailar mientras lo último de el mismo en su interior gritaba antes de morir.

Aunque no lo suficientemente fuerte para hacerse oír por encima de la música.

Ni hacer que apartase la mirada de los ojos dorados de Mirrah.

Texto: Pablo Sanz

Ilustración: Zdzisław Beksiński.

jueves, 30 de octubre de 2025

"NO ME CUENTES CUENTOS", ESPECIAL "HALLOWEEN"; "LA RENEGADA" DE PABLO SANZ

Hubo una primera ciudad.

Una ciudad fundada por los habitantes de la noche.

Devoradores de sangre y reinada por el padre de todos ellos.

De esta ciudad se recuerda el nombre, sus reyes… pero cayó.

Y se alzó una segunda ciudad (que, aunque los cuentos dicen que superaba a la primera en belleza, no se recuerda su nombre ya que nunca fue la primera) y todos quieren olvidarla.

En la segunda ciudad vivía El Erudito. A pesar de su constitución débil y su hablar suave, era parte de los terceros inmortales, además según se decía era capaz de doblegar el mismo tiempo a su voluntad. Al Erudito nada le daba más dicha que el estudio. Su nueva condición le permitiría aprender todo cuanto quisiera por siempre.

O al menos así fue hasta que el padre de todos ellos, el primero de los inmortales, le maldijo junto al resto de los terceros inmortales por matar a los segundos.

Y como castigo a él, le quitó la pasión.

El Erudito descubrió con horror que sus emociones estaban entumecidas, rotas. Leer ya no le hacía sentir nada, charlar no le hacía sentir nada…

Estaba vacío y lo estaría toda la eternidad.

Una noche El Erudito salió a pasear (o más bien vagabundear) por las calles de la ciudad. Sin pretenderlo llegó a un templo y en su patio pudo ver a una mujer, una guerrera sacerdotisa.

La guerrera sacerdotisa estaba entrenando la lanza con maestría y sobre todo con pasión, sin saber por qué El erudito se quedó a mirar a la guerrera sacerdotisa practicar sus artes. La mujer practicaba con una sonrisa en su rostro y un vigor electrizante en todo su cuerpo, tan absorta en su práctica que el resto del mundo había dejado de existir para ella. Cuando finalmente cesó con la lanza notó la presencia del erudito.

- ¿Estás bien?

La pregunta se le hizo absurda al Erudito.

-Estás llorando.

Ella lo afirmó con tanta rotundidad... que al tocarse la cara incrédulo descubrió que así era. Sentía algo.

Algo de verdad.

Por primera vez en años estaba vivo de nuevo. Los dos hablaron toda la noche y descubrieron su pasión el uno por el otro, al acabar la noche, con el amanecer despuntando, El Erudito pidió a la guerrera sacerdotisa que le dejase volverla inmortal para no sentirse incompleto nunca más.

Ella aceptó con gusto completarse mutuamente.

La guerrera sacerdotisa, años después, despertó de su dicha y miró a las masas de esclavos de la ciudad. Vio a los terceros inmortales jugar con las personas como meros juguetes de su poder casi divino y vio la indolencia del padre de los inmortales…

Y solo pudo sentir asco.

Recriminó al Erudito que nadie hiciese nada.

-Ellos tienen sus juegos crueles con los que llenar su vacía eternidad, yo te tengo a ti y soy del todo pleno (hizo una pausa) no me importa nada más.

Y la guerrera sacerdotisa supo que era la única que podía hacer algo. Pero la faltaba poder, poder para pararse frente a los terceros inmortales.

Su amado en cambio podía doblegar el tiempo, con ese poder los podría hacer pagar a todos y liberar a tantos… y entonces decidió que se lo robaría al Erudito.

Ocurrió una noche como cualquier otra. El erudito no pudo prevenirlo.

No pudo pararlo.

No quiso hacerlo.

Tenía miedo de hacerla daño. La guerrera sacerdotisa consumió la sangre de su amado, toda su sangre. El Erudito miro una última vez a la mujer que amaba con los ojos llorosos y el corazón roto de pena.

-Lo siento.

Fue su último aliento, casi como una súplica.

Entonces la guerrera sacerdotisa se sintió tan abrumada por sus emociones que solo pudo estar vacía.

Como El Erudito lo estuvo antes de que ella llegase.

Con el poder de doblegar el tiempo, los terceros inmortales temieron a la mujer que una vez su hermano había amado. Tanto fue su terror que la exiliaron de la ciudad.

- ¡Oídme, terceros inmortales! ¡me iré por respetar la memoria de mi amado! ¡pero sabed que volveré para haceros pagar y lo haré como LA RENEGADA!

Y hecha su amenaza, La Renegada salió de la ciudad con ardiente determinación.

Y con un susurro pronunció el nombre de su amado una última vez.

-Ilies…

Texto: Pablo Sanz

Ilustración: Zdzisław Beksiński.